23 de diciembre de 2017

Posible plan de vida


POSIBLE PLAN DE VIDA 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31

ofrecimiento de obras
Angelus
Lectura espiritual (10´)
lectura Nuevo testamento (5´)
Santo Rosario
oración mental (15´)
Santa Misa, y acción de gracias (10´)
  de examen de conciencia
3 avemarías antes de dormir
agua bendita

alguna mortificación 
(concretar)


algún recordatorio
(para tener presencia de Dios)





































Acompañamiento espiritual


Buscar en todo la Voluntad de Dios. Dirección y acompañamiento espiritual
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Preguntas y respuestas sobre el acompañamiento espiritual
¿Qué es y qué no es el acompañamiento o dirección espiritual?

• El acompañamiento espiritual es una práctica muy antigua en la tradición judeo- cristiana como un medio para encontrar a Dios.
o Por tanto, no debe confundirse con otras realidades humanas, que utilizan nombres similares: en el lenguaje de la Iglesia dirigir, acompañar espiritualmente tiene un sentido propio y específico.


"Dirigirse espiritualmente" no consiste sólo en desahogarse psicológicamente, como se hace en el marco de la amistad.


No es tampoco una simple búsqueda de consejo, como la que realizan tantas personas que acuden a los consultorios de las revistas, a las consultas de los médicos, y a los programas de radio y de televisión para “contar su caso” y buscar orientación.

• Si se reciben esos consejos con sinceridad y humildad resulta más sencillo descubrir en la conciencia, mediante la gracia y la oración, la luz y las llamadas de Dios para cada uno.
Una imagen clásica en la literatura espiritual: la luz del faro indica los escollos y, sobre todo, la ruta y el puerto; pero, para alcanzarlo, los navegantes deben hacer fuerza con los remos, o aprovechar los vientos favorables con las velas, y sostener y rectificar el timón.

• Estas conversaciones se dirigen, al mismo tiempo, a la inteligencia -para que esté iluminada por la fe viva, y descubra con esa luz el camino personal y los medios adecuados para recorrerlo-, y a la voluntad, para afirmarla de tal forma que pueda corresponder libre, personal, responsable y generosamente a los impulsos de la gracia.

• Hay que tener siempre presente -y los santos nos lo recuerdan eficazmente con su ejemplo- que el verdadero y único modelo de la santidad cristiana es Jesucristo, y que toda labor de acompañamiento espiritual consiste en procurar que cada cristiano tenga una amistad personal e íntima, de verdadero amor, a su manera, con Cristo, hasta querer identificarse con El, "en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rom. 8, 21).
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2. ¿En qué se basa la dirección espiritual cristiana?

• En un sentido amplio y genérico, el acompañamiento espiritual hunde sus raíces en las recomendaciones de la Sagrada Escritura.

• Se lee en el Antiguo Testamento:
“Trata a un varón piadoso, de quien conoces que sigue los caminos del Señor, cuyo corazón es semejante al tuyo y te compadecerá si te ve caído. Y permanece firme en lo que resuelvas, porque ninguno será para ti más fiel que él. El alma de este hombre piadoso ve mejor las cosas que siete centinelas en lo alto de una atalaya. Y en todas ellas ora por ti al Altísimo, para que te dirija por la senda de la verdad”. Ecl. 37, 15-19.
“Mas valen dos que uno solo, porque mejor logran el fruto de su trabajo. Si uno cae el otro le levanta; pero ¡ay del que está solo, que, si cae, no tiene quien le levante!” Ecl 4, 9-10.
“Sigue el consejo de los prudentes y no desprecies ningún buen consejo”. Tob 4, 18.

• Los primeros cristianos recibieron ese acompañamiento del mismo Jesucristo.

Dijeron los discípulos de Emaús: ¿No es verdad que nuestro corazón se enardecía, cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba la Escritura?” Lc 24, 32.
• En la Iglesia primitiva ya existe la figura del hombre que acompaña en el camino hacia Dios.


San Pablo, después de su conversión, recibe este mensaje:
“Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer [...]. Fue Ananías y entró enla casa, e imponiéndole las manos, le dijo: Hermano Pablo, el Señor Jesús [...], me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Hech 9, 6 y 17.
Y al convertirse en el “Apóstol de las gentes”, san Pablo se comporta como un pastor y como un director espiritual de los primeros cristianos, a los que ayuda –haciéndose todo para todos- a identificarse con Cristo, que es la finalidad del acompañamiento espiritual.
- Me hago endeble con los endebles para ganar a los endebles; me hago todo para todos para salvarlos a todos. I Cor 9, 22.
- ¿Quien desfallece que yo no desfallezca? ¿Quien se escandaliza que yo no me abrase? 2 Cor 11, 29.
- Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. Fil 2, 5.
- ¡Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros! Cal 4, 19.
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3. ¿Qué han dicho los santos de la dirección espiritual?

• Los santosde todos los siglos han recomendado vivamente la dirección espiritual.

San Juan Crisóstomo (Catena Aurea, vol. III, p. 132) recuerda que somos malos jueces de nosotros mismos.
"Uno comprende enseguida la culpa de otro, pero con dificultad se da cuenta de la suya; un hombre es imparcial en causa ajena, pero se perturba en la propia".

San Pedro de Alcántara (Tratado de la oración y meditación, II, 5) recuerda la necesidad de contar con la ayuda de un guía experimentado.
"Una de las cosas más arduas y dificultosas que hay en esta vida es saber ir a Dios y tratar familiarmente con Él. Por esto no se puede este camino andar sin alguna buena guía".

Santa Teresa (Camino de perfección, 18, 8) dice que con un buen director espiritual se avanza más rápidamente en unión con Dios.
"Si quiere o pretende ser contemplativa ha menester para ir muy acertada dejar su voluntad con toda determinación en un confesor que sea tal. Porque esto es ya cosa muy sabida, que aprovechan mas de esta suerte en un año que sin esto en muchos".

San Juan de la Cruz (Llama de amor viva, 3, n. 30) recomienda buscar como acompañante espiritual a una persona sabia, discreta y experimentada en el trato con Dios.
"Y adviértase que para este camino, a lo menos para lo más subido de él y aún para lo mediano, apenas se hallará a un guía cabal según todas las partes que ha menester, porque, además de ser sabio y discreto, es menester que sea experimentado. Porque para guiar el espíritu, aunque el fundamento es el saber y la discreción, si no hay experiencia de lo que es puro y verdadero espíritu, no atinará a encaminar al alma en el [camino que lleva hacia Dios], cuando Dios se lo da, ni aún lo entenderá".

San Josemaría (Camino, n. 59) recuerda que el espíritu propio es mal consejero.
"Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que, con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro".
"la tarea de dirección espiritual hay que orientarla no dedicándose a fabricar criaturas que carecen de juicio propio, y que se limitan a ejecutar materialmente lo que otro les dice; por el contrario, la dirección espiritual debe tender a formar personas de criterio. Y el criterio supone madurez, firmeza de convicciones, conocimiento suficiente de la doctrina, delicadeza de espíritu, educación de la voluntad" (Conversaciones, 93).

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4. ¿Qué han dicho los Papas de la dirección espiritual?

• Los Papas han recomendado vivamente el acompañamiento espiritual en su Magisterio

León XIII , Práctica de la humildad, 28
"Convéncete de que no eres un buen consejero de ti mismo y, por eso, teme y desconfía de tus opiniones, que tienen una raíz mala y corrompida. Con esta persuasión, busca el consejo, en lo posible, de hombres sabios y de buena conciencia, y prefiere ser gobernado por uno que sea mejor que tú,a seguir tu propio parecer".

Pío XII, Menti nostrae, 23-IX-1950.
"En el camino de la vida espiritual no os fiéis de vosotros mismos, sino que, con sencillez y docilidad, pedid consejo y aceptad la ayuda de quien, con sabia moderacion, puede guiar vuestra alma, indicaros los peligros, sugeriros los remedios oportunos, y en todas las dificultades internas y externas os puede dirigir rectamente y encaminaros a ser cada dia mas perfectos [...]. Sin esta prudente guía de la conciencia, de modo ordinario, es muy dificil secundar convenientemente los impulsos del Espiritu Santo y de la gracia divina".

Juan Pablo II, Carta a los seminaristas de España, Valencia 8-XI-1982.
"En la propia vida no faltan las oscuridades e incluso debilidades. Es el momento de la dirección espiritual personal. Si se habla confiadamente, si se exponen con sencillez las propias luchas interiores, se sale siempre adelante, y no habrá obstáculo ni tentación que logre apartaros de Cristo".

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5. ¿Qué enseña la Iglesia sobre la dirección espiritual?

El Concilio Vaticano II recomienda el acompañamiento espiritual a todos: sacerdotes, religiosos y laicos que buscan la santidad en medio de los afanes del mundo.

• El Catecismo de la Iglesia enseña en el punto 2695 que la "dirección espiritual" asegura en la Iglesia una ayuda para la oración.

Se lee en el punto 2690:
El Espíritu Santo da a ciertos fieles dones de sabiduría, de fe y de discernimiento dirigidos a este bien común que es la oración (dirección espiritual). Aquellos y aquellas que han sido dotados de tales dones son verdaderos servidores de la Tradición viva de la oración:
Por eso, el alma que quiere avanzar en la perfección, según el consejo de San Juan de la Cruz, debe "considerar bien entre qué manos se pone porque tal sea el maestro, tal será el discípulo; tal sea el padre, tal será el hijo". Y añade: "No sólo el director debe ser sabio y prudente sino también experimentado... Si el guía espiritual no tiene experiencia de la vida espiritual, es incapaz de conducir por ella a las almas que Dios en todo caso llama, e incluso no las comprenderá" (Llama estrofa 3).
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6. ¿Qué se busca con el acompañamiento espiritual?

• Se busca fundamentalmente un medio para identificarse con Cristo, una ayuda, un apoyo sobrenatural y humano en el camino personal de santidad, de acuerdo con la propia vocación divina.

• Son indudables los grandes frutos que esa ayuda ha generado en muchas almas de todas las épocas, como se constata en las vidas de los santos de la Iglesia: Santa Teresa, san Francisco de Sales, san Alfonso María de Ligorio, San Juan Bosco... hasta los santos de nuestra época.
• El acompañamiento espiritual debe ser siempre una llamada a enfrentarse personalmente con la propia conciencia; y también y ante todo, un estímulo para la práctica efectiva del bien, junto con una apertura de horizontes evangelizadores. Debe ser, además, aliento en los momentos difíciles, luz en momentos de confusión y consuelo en el dolor.

• En este acompañamiento no se trata de imitar al director espiritual o a la persona que acompaña (aunque el buen ejemplo acerque tanto a Cristo), sino de imitar a Cristo, mediante el aliento del que acompaña. Por eso el director espiritual debe huir de cualquier tipo de personalismo del que ya hablaba san Agustín (Trat. Evang. S. Juan, 123). “Los que conducen las ovejas de Cristo como si fuesen propias y no de Cristo, demuestran que se aman a sí mismos y no al Señor”.

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7. ¿De qué se suele hablar en Las conversaciones de acompañamiento espiritual?

• Se suele hablar de lo que sirva para mejorar en:

— el trato personal con Cristo
— la profundización en la fe
— la santificación del propio trabajo
— el mejoramiento del trato con los demás
— un mayor sentido de responsabilidad
— espíritu de servicio, justicia, solidaridad, etc.
— un mayor espíritu de comunión eclesial
— afán evangelizador, etc.

• En esas conversaciones se habla de lo que más preocupa a la persona en ese momento, pero siempre con fines espirituales, atento a lo que el Espíritu Santo dice en el alma.
• Se conversa de lo que ayude a una comprensión viva del Evangelio, que cada uno debe aplicar en su propia vida. Se ayuda al otro a que vea los reveses y desgracias con mayor visión sobrenatural, sabiéndose hijo de Dios.
• En otros casos, se tratan en la dirección espiritual de cuestiones relativas a la fe y la moral cristianas. La persona que acompaña debe ayudar a su hermano en la fe a santificar las situaciones en las que se encuentra, aconsejándole aquellos puntos del Magisterio de la Iglesia que le pueden iluminar, dándole un criterio auténticamente cristiano.
• El acompañamiento espiritual bien vivido ayuda a enfrentarse sinceramente con la propia conciencia, y presta apoyo y consuelo en los momentos de zozobra.
• Esa conversación espiritual debe abrir horizontes de evangelización, afanes de misión y deseos de corredención con Jesús resucitado.
• En consecuencia, el acompañamiento espiritual no es un dictado de conductas, sino una ayuda para vivir en cada circunstancia con el amor y la libertad de los hijos de Dios.

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8. ¿Qué persona puede acompañar espiritualmente?

• Puede ser un sacerdote (especialmente en cuestiones morales o de fe), un religioso o un laico: personas con buena formación y con una intensa vida cristiana.
• Santa Catalina de Siena –que era mantellata, una cristiana comprometida con su fe, la llamaríamos ahora- ejerció una profunda y amplia dirección espiritual en su tiempo.

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9. ¿No se corre el riesgo, en el acompañamiento espiritual, de suplantar la libertad y la responsabilidad del otro?

• El consejo y la orientación que se recibe debe constituir una ayuda poderosa para conocer o constatar lo que Dios pide a cada uno, a cada una, en el alma, en medio de una circunstancia determinada; pero el consejo no elimina jamás la responsabilidad personal: cada persona debe decidir siempre por cuenta propia, cara a Dios.
• Actuar de otro modo –seguir un determinado consejo y luego, si sale mal, echarle las culpas al que aconsejó- significa falta de madurez humana y cristiana.
• Falta de madurez humana, porque en la sociedad recibimos miles de impactos informativos, presiones publicitarias y consejos muy diversos. Cada uno elige al consejero que desea escuchar y es responsable de su elección.
• Falta de madurez cristiana, porque tanto el que orienta como el que es orientado miran en una misma dirección: Cristo.
• Además, por encima de los consejos privados que pueda dar una determinada persona, el cristiano sabe que está la ley de Dios, contenida en la Sagrada Escritura, y que el Magisterio de la Iglesia -asistida por el Espíritu Santo- custodia y propone.
• Por eso, cuando los consejos particulares de un director espiritual contradicen objetivamente la Palabra de Dios tal como el Magisterio la enseña, hay que apartarse con decisión de ese parecer erróneo.
• La experiencia cristiana de siglos es que, al cristiano que obra con esta rectitud, Dios le ayuda con su gracia, le inspira lo que ha de hacer y, cuando lo necesita, le ayuda a encontrar un sacerdote o un laico para conducir su alma hacia Dios.

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10. ¿En la dirección espiritual se habla de todo?
• No: en esas conversaciones -que evocan las de Jesús con los apóstoles- no deben manifestarse hechos que supongan faltar al secreto profesional o a la justicia en general o incluso a la prudencia (situaciones o comportamientos de terceras personas, o en el caso de un profesional, cuestiones de la empresa donde se trabaje, etc.).



Esas charlas confidenciales están también bajo el secreto profesional.
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11. ¿Qué actitud conviene tener en la dirección espiritual, para aprovecharla bien?
• Una actitud de humildad, de sinceridad plena, sin dejarse llevar por la vanidad de "quedar bien". Se lee en Camino, 65: ¿Por qué ese reparo de verte tú mismo y de hacerte ver por tu director tal y como en realidad eres?
• Una actitud de responsabilidad: se acude libremente para adquirir criterio cristiano, y luego cada uno debe esforzarse por actuar en conciencia, con coherencia entre lo que se cree y lo que se vive.

Un plan de vida espiritual


SOBRE EL PLAN DE VIDA


Al examinar cómo es y cómo debería ser nuestra piedad; en qué puntos determinados debería mejorar nuestra relación personal con Dios, si me habéis entendido, rechazaréis la tentación de imaginar hazañas insuperables, porque habréis descubierto que el Señor se contenta con que le ofrezcamos pequeñas muestras de amor en cada momento.
Procura atenerte a un plan de vida, con constancia: unos minutos de oración mental; la asistencia a la Santa Misa -diaria, si te es posible- y la Comunión frecuente; acudir regularmente al Santo Sacramento del Perdón -aunque tu conciencia no te acuse de falta mortal-; la visita a Jesús en el Sagrario; el rezo y la contemplación de los misterios del Santo Rosario, y tantas prácticas estupendas que tú conoces o puedes aprender.
No han de convertirse en normas rígidas, como compartimentos estancos; señalan un itinerario flexible, acomodado a tu condición de hombre que vive en medio de la calle, con un trabajo profesional intenso, y con unos deberes y relaciones sociales que no has de descuidar, porque en esos quehaceres continúa tu encuentro con Dios. Tu plan de vida ha de ser como ese guante de goma que se adapta con perfección a la mano que lo usa.
Tampoco me olvides que lo importante no consiste en hacer muchas cosas; limítate con generosidad a aquellas que puedas cumplir cada jornada, con ganas o sin ganas. Esas prácticas te llevarán, casi sin darte cuenta, a la oración contemplativa. Brotarán de tu alma más actos de amor, jaculatorias, acciones de gracias, actos de desagravio, comuniones espirituales. Y esto, mientras atiendes tus obligaciones: al descolgar el teléfono, al subir a un medio de transporte, al cerrar o abrir una puerta, al pasar ante una iglesia, al comenzar una nueva tarea, al realizarla y al concluirla; todo lo referirás a tu Padre Dios.
(AMIGOS DE DIOS, El trato con Dios., 149. Plan de vida)

Vida interior. Santidad en las tareas ordinarias, santidad en las cosas pequeñas, santidad en la labor profesional, en los afanes de cada día...; santidad, para santificar a los demás. Soñaba en cierta ocasión un conocido mío -¡nunca le acabo de conocer bien!- que volaba en un avión a mucha altura, pero no dentro, en la cabina; iba montado sobre las alas. ¡Pobre desgraciado: cómo padecía y se angustiaba! Parecía que Nuestro Señor le daba a entender que así van -inseguras, con zozobras- por las alturas de Dios las almas apostólicas que carecen de vida interior o la descuidan: con el peligro constante de venirse abajo, sufriendo, inciertas.
Y pienso, efectivamente, que corren un serio peligro de descaminarse aquellos que se lanzan a la acción -¡al activismo!-, y prescinden de la oración, del sacrificio y de los medios indispensables para conseguir una sólida piedad: la frecuencia de Sacramentos, la meditación, el examen de conciencia, la lectura espiritual, el trato asiduo con la Virgen Santísima y con los Angeles custodios... Todo esto contribuye además, con eficacia insustituible, a que sea tan amable la jornada del cristiano, porque de su riqueza interior fluyen la dulcedumbre y la felicidad de Dios, como la miel de panal.
(AMIGOS DE DIOS, La grandeza de la vida corriente, 18)

Si no tienes un plan de vida, nunca tendrás orden.
(CAMINO, DIRECCION, 76)

Eso de sujetarse a un plan de vida, a un horario -me dijiste-, ¡es tan monótono! Y te contesté: hay monotonía porque falta Amor.
(CAMINO, DIRECCION, 77)

Si no te levantas a hora fija nunca cumplirás el plan de vida.
(CAMINO, DIRECCION, 78)

Cuando tengas orden se multiplicará tu tiempo, y, por tanto, podrás dar más gloria a Dios, trabajando más en su servicio.
(CAMINO, DIRECCION, 80)

Propósito: ser fiel -heroicamente fiel y sin excusas- al horario, en la vida ordinaria y en la extraordinaria.
(FORJA, OTRA VEZ A LUCHAR, 421)

En cada jornada, haz todo lo que puedas por conocer a Dios, por "tratarle", para enamorarte más cada instante, y no pensar más que en su Amor y en su gloria.
Cumplirás este plan, hijo, si no dejas ¡por nada! tus tiempos de oración, tu presencia de Dios (con jaculatorias y comuniones espirituales, para encenderte), tu Santa Misa pausada, tu trabajo bien acabado por El.
(FORJA, LABOR, 737)

Has de ser constante y exigente en tus normas de piedad, también cuando estás cansado o te resultan áridas. ¡Persevera! Esos momentos son como los palos altos, pintados de rojo que, en las carreteras de montaña, cuando llega la nieve, sirven de punto de referencia y señalan, ¡siempre!, dónde está el camino seguro.
(FORJA, LUCHA, 81)

Necesito prevenirte contra una argucia de "satanás" -así, ¡con minúscula!, porque no se merece más-, que intenta servirse de las circunstancias más normales, para desviarnos poco o mucho del camino que nos lleva a Dios.
Si luchas, y más aún si luchas de veras, no debes extrañarte de que sobrevenga el cansancio o el tiempo de "marchar a contrapelo", sin ningún consuelo espiritual ni humano. Mira lo que me escribían hace tiempo, y que recogí pensando en algunos que ingenuamente consideran que la gracia prescinde de la naturaleza: "Padre: desde hace unos días estoy con una pereza y una apatía tremendas, para cumplir el plan de vida; todo lo hago a la fuerza y con muy poco espíritu. Ruegue por mí para que pase pronto esta crisis, que me hace sufrir mucho pensando en que puede desviarme del camino".
-Me limité a contestar: ¿no sabías que el Amor exige sacrificio? Lee despacio las palabras del Maestro "quien no toma su Cruz «cotidie» -cada día, no es digno de Mí". Y más adelante: "no os dejaré huérfanos...". El Señor permite esa aridez tuya, que tan dura se te hace, para que le ames más, para que confíes sólo en El, para que con la Cruz corredimas, para que le encuentres.
(SURCO, LUCHAS, 149)

¡A ver cuándo te convences de que has de obedecer!... Y desobedeces si, en lugar de cumplir el plan de vida, pierdes el tiempo. Todos tus minutos han de estar llenos: trabajo, estudio, proselitismo, vida interior.
(SURCO, DISCIPLINA, 381)

¡Con qué facilidad incumples el plan de vida, o haces las cosas peor que si las omitieras!... -¿Así quieres enamorarte cada vez más de tu camino, para contagiar después a otros este amor?
(SURCO, DISCIPLINA, 412)

Un curso de retiro


¿QUÉ ES UN CURSO DE RETIRO?

Los Cursos de retiro espirituales -en sus distintas modalidades- han sido utilizados durante siglos por los cristianos para mejorar su vida espiritual y resultan ahora particularmente necesarios por estar inmersos en una cultura caracterizada por la autosuficiencia y el olvido de Dios. En esta página se realiza una rápida explicación de lo que son y para qué sirven, con el fin de que muchas más personas de las que hasta ahora lo hacen, puedan beneficiarse de este espléndido medio, tan práctico y oportuno hoy en día.

¿De qué se trata?

Hacer unos Ejercicios Espirituales, un Curso de retiro, es una manera eficacísima de acercarse a Dios, una oportunidad estupenda para tratarle con paz, con mayor intensidad. Conocerle y conocernos con la luz que El nos da, de modo que ese conocimiento influya en nuestra vida, mejorándola, amando más a Dios y al prójimo. Muchas veces será el inicio de una sincera conversión.

Hay momentos en la vida en que es necesario pararse; épocas en las que hay un nuevo despertar, en las que surgen -con la fuerza de la primera vez-, pasiones e iniciativas, afanes nobles que necesitan un cauce; periodos en que las necesidades espirituales se agudizan, y se mira la vida cara a Dios, y uno se plantea las grandes cuestiones de todos los tiempos: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Cuál es nuestro fin? ¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?

Muchas veces vamos por la vida como a galope. Más que ir nosotros, nos traen y nos llevan las cosas, las situaciones, las circunstancias. ¡Siempre con prisas! ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Para quién trabajo de esta manera?... ¡Que se detenga el mundo un par de días! ¡Necesito pensar! Pues bien, en cierto sentido un Curso de retiro hace realidad ese "milagro".

En muchas ocasiones nos limitamos a actuar como dice San Josemaría Escrivá en el nº 837 de Camino: “¡Galopar, galopar!...¡Hacer, hacer!... Fiebre, locura
de moverse... Maravillosos edificios materiales... Espiritualmente: tablas de cajón, percalinas, cartones repintados... ¡galopar!, ¡hacer! —Y mucha gente corriendo: ir y venir.
Es que trabajan con vistas al momento de ahora: “están” siempre “en presente”. —Tú... has de ver las cosas con ojos de eternidad, “teniendo en presente” el final y el pasado... Quietud. —Paz. —Vida intensa dentro de ti. Sin galopar, sin la locura de cambiar de sitio, desde el lugar que en la vida te corresponde, como una poderosa máquina de electricidad espiritual, ¡a cuántos darás luz y energía!..., sin perder tu vigor y tu luz.”
La paz de unos días de retiro sirve para pensar con calma en lo importante, y poner un poco de orden en las ideas. Familia, trabajo, vida cristiana, amistades... ¿Está cada cosa en su sitio? ¿Tengo que redimensionar algún aspecto de mi vida?

Soledad, sosiego, silencio, serenidad. Vida interior

Buscar la soledad es una constante en la historia de la espiritualidad, porque en la soledad acontece con más facilidad el encuentro del alma con Dios.

“Siempre empiezo a rezar en silencio, porque es en el silencio del corazón donde habla Dios. Dios es amigo del silencio: necesitamos escuchar a Dios, porque lo que importa no es lo que nosotros le decimos, sino lo que El nos dice y nos transmite” (Beata Madre Teresa de Calcuta. Camino de sencillez).
Para oír la voz de Dios se necesita un ambiente apropiado. Un clima de silencio, de recogimiento interior, que facilite el diálogo personal con El. Hablarle y escucharle. Eso es la oración. Y en ese ambiente, podemos preguntarnos sobre el sentido de nuestra vida, y preguntárselo a Dios, que es quien nos la ha dado.
Retirarnos algunos días a un lugar solitario, para descubrir los valores del espíritu y ejercitarlos más en nuestra vida. Para ahondar hasta llegar a las raíces de lo que somos, de la grandeza y dignidad de ser y sabernos hijos de Dios. Para meditar sobre nuestro destino eterno.

“Distraerte. —¡Necesitas distraerte!..., abriendo mucho tus ojos para que entren bien las imágenes de las cosas, o cerrándolos casi, por exigencias de tu miopía...
¡Ciérralos del todo!: ten vida interior, y verás, con color y relieve insospechados, las maravillas de un mundo mejor, de un mundo nuevo: y tratarás a Dios..., y conocerás tu miseria..., y te endiosarás... con un endiosamiento que, al acercarte a tu Padre, te hará más hermano de tus hermanos los hombres.” (San Josemaría Escrivá, Camino, nº 283).

Pegas y excusas

Sin cesar aparecerán razonadas pegas y excusas para dilatar, o no hacer un Curso de retiro: “sería estupendo, lo reconozco, pero...” “no es que no quiera hacerlo, es que...” Siempre habrá algo urgente que nos impida encontrar tiempo para lo importante. Y unos días de retiro –procura que sean cada año- son muy importantes para tu vida. Las mayores dificultades son la pereza, no querer rectificar y evitar enfrentarse consigo mismo. Piensa..¿No sientes que a tu vida -tan llena de ciertas cosas- le falta sentido? Querrías cambiar y, ¿no sabes cómo? Haz un Curso de retiro.

Meditaciones y charlas

El Curso de retiro consta de distintos actos de piedad, -charlas, meditaciones, etc.- y de muchos momentos de silencio dedicados al examen personal y a la oración.
En las meditaciones y charlas se suelen recordar las verdades fundamentales de la fe y de la moral cristiana, -de acuerdo con lo que el Magisterio de la Iglesia ha declarado doctrina segura-, para que nos lo apliquemos y mejoremos personalmente. Se procura que descubramos a Dios que se nos da a conocer en medio del trabajo, en la vida familiar o social, por la calle... que nos invita a participar de su felicidad, y que pide nuestra correspondencia.
En el Curso de retiro no se plantean temas discutibles. Por eso no vamos para opinar o a hacer debates; vamos a aprovechar el tiempo, a aprender y a adquirir la doctrina cierta, en la que se fundamenta la vida espiritual y de la que se desprenden los criterios prácticos de conducta.

Es posible que, en alguna ocasión necesitemos tratar con mayor detenimiento algún aspecto de las meditaciones o charlas, o que tengamos alguna duda que nos interese aclarar. Entonces, para no distraer la atención de los demás, con sencillez, podemos acudir en privado al sacerdote o a alguna de las personas encargadas de atender el Curso de retiro.

Santa Misa y Sacramento de la Reconciliación

En el Curso de retiro se celebra diariamente la Santa Misa, y tenemos la oportunidad de recibir al Señor. La Santa Misa es lo más importante en la vida de un cristiano; es “el centro y la raíz de la vida interior”. Porque es el mismo Sacrificio de la Cruz. Cuando se celebra una Misa, se hace presente lo que sucedió en el Calvario, aunque de una manera incruenta –sin derramamiento de sangre- y misteriosa.

Para vivir esta aventura estupenda de tanta intimidad con el Señor –lo tocamos, lo comemos, nos “endiosamos” al recibirle-, hay que estar en gracia, haber conseguido antes el perdón de nuestros pecados. Este es otro de los grandes dones que el Señor nos hace en el Curso de retiro.
Con la Confesión bien hecha, Cristo perdona los pecados. Cuanto mejor se confiesa uno, más gracia recibe y más se aproxima a El. Y acercarnos a Dios es encontrar la alegría y la paz. Por eso es muy importante aprovechar el sosiego y el recogimiento interior de esos días, para preparar y hacer una buena Confesión.

Visita al Santísimo y exposición con el Santísimo

En el retiro, se hace la Visita al Santísimo. Consiste en devolverle con todo cariño, esa visita que El antes hizo a nuestra alma, cuando le recibimos en la Comunión. Es un detalle de delicadeza humana y sobrenatural.
La ceremonia de la exposición con el Santísimo es sencilla y solemne, y mueve mucho a la piedad. Además de la estación a Jesús Sacramentado, se cantan diversos himnos, p.ej. Pange lingua (¡Canta, oh lengua!), Tantum ergo (Veneremos, pues) y Laudate (Alabad al Señor), cánticos antiquísimos y llenos de significado. Se termina con unos actos de desagravio a Dios y a sus santos.

Lectura espiritual, Vía Crucis y trato con María

Aprovecha el Curso de retiro para conocer mejor a Jesucristo, y así poder tratarle y quererle más. ¿Cómo? Ayudándote, en los ratos libres, de algún libro sobre su vida; o haciendo lectura meditada de los Evangelios, o del Catecismo de la Iglesia Católica.

Durante el Curso de retiro hará mucho bien a tu alma, dedicar todos los días algún rato a hacer el Vía Crucis. Recorrer la vía dolorosa hacia el Calvario junto a Jesús, nos da la oportunidad de contemplar los dolores físicos y morales del Señor y, verlos como lo que realmente son, fruto de nuestros pecados, de los tuyos y de los míos. San Pablo lo explica con claridad cuando dice que cada vez que el cristiano peca, renueva la Pasión de Cristo. Por esta razón, la devoción del Vía Crucis nos ayuda a arrepentirnos de nuestros pecados, a pedirle perdón y a desear no volver a actualizar sus sufrimientos.

Busca modos personales para tratar a la Virgen. Es propio de buenos hijos querer mucho a su Madre, y demostrárselo con detalles de cariño. Algunos son tradición antiquísima de la Iglesia: como el rezo del Angelus y la Salve. Entre las oraciones y devociones que son más gratas a la Virgen, el rezo del Santo Rosario es, quizá, la más popular.

Hacer examen. Sinceridad. Propósitos de cambio

En el retiro te ayudará asistir a las meditaciones, charlas, lectura, etc., pero no basta con participar en estos actos, sino que lo fundamental y prioritario estará en examinar la conducta y la conciencia: repasar nuestra vida reciente y pasada, con relación a Dios y al prójimo.

El encuentro con Dios en esos días, consiste esencialmente en una sincera y profunda apertura del alma, que muestra la situación de la propia vida, la fe y la confianza en Jesucristo, el arrepentimiento de las culpas, la rectificación de la vida y las necesidades que agobian o pesan. Porque no es suficiente no desear ofender a Dios, sino que tenemos que llegar a quererle como se quieren los amigos de verdad. Si faltase la sinceridad, desaparecería la posibilidad misma de la intimidad con Jesús, que no puede hacer nada con la doblez, con quien se oculta, con aquella persona que no quiere abrirle de par en par su interioridad.

“Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.” (S. Agustín, Las Confesiones).
Véncete, y trata de aprovechar bien los días de retiro, y vendrán los frutos: propósitos de cambio -grandes o pequeños- en algún aspecto de tu vida. Y con la gracia de Dios -y también, si queremos, con la ayuda del sacerdote- cambiar lo que haya que cambiar; mejorar lo que haya que mejorar. Después vendrá la vida ordinaria, en la que tendremos que poner por obra, luchando, lo que con la gracia de Dios hemos visto durante esos días.

Para examinarse


EXAMEN DE CONCIENCIA
Se recuerdan los pecados preguntándose sin prisa lo que se ha hecho en contra de los mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, con plena advertencia y pleno consentimiento.
Primer Mandamiento
• ¿He admitido en serio alguna duda contra las verdades de la fe? ¿He llegado a negar la fe o algunas de sus verdades, en mi pensamiento o delante de los demás?
• ¿He desesperado de mi salvación o he abusado de la confianza en Dios, presumiendo que no me abandonaría, para pecar con mayor tranquilidad?
• ¿He murmurado interna o externamente contra el Señor cuando me ha acaecido alguna desgracia?
• ¿He abandonado los medios que son por sí mismos absolutamente necesarios para la salvación? ¿He procurado alcanzar la debida formación religiosa?
• ¿He hablado sin reverencia de las cosas santas, de los sacramentos, de la Iglesia, de sus ministros?
• ¿He abandonado el trato con Dios en la oración o en los sacramentos?
• ¿He practicado la superstición o el espiritismo? ¿Pertenezco a alguna sociedad o movimiento ideológico contrario a la religión?
• ¿Me he acercado indignamente a recibir algún sacramento?
• ¿He leído o retenido libros, revistas o periódicos que van contra la fe o la moral? ¿Los di a leer a otros?
• ¿Trato de aumentar mi fe y amor a Dios?
• ¿Pongo los medios para adquirir una cultura religiosa que me capacite para ser testimonio de Cristo con el ejemplo y la palabra?
• ¿He hecho con desgana las cosas que se refieren a Dios?
Segundo Mandamiento
• ¿He blasfemado? ¿Lo he hecho delante de otros?
• ¿He hecho algún voto, juramento o promesa y he dejado de cumplirlo por mi culpa?
• ¿He honrado el santo nombre de Dios? ¿He pronunciado el nombre de Dios sin respeto, con enojo, burla o de alguna manera poco reverente?
• ¿He hecho un acto de desagravio, al menos interno, al oír alguna blasfemia o al ver que se ofende a Dios?
• ¿He jurado sin verdad? ¿Lo he hecho sin necesidad, sin prudencia o por cosa de poca importancia?
• ¿He jurado hacer algún mal? ¿He reparado el daño que haya podido seguirse de mi acción?
Tercer Mandamiento
(1º al 4º Mandamientos de la Iglesia)
• ¿Creo todo lo que enseña la Iglesia Católica? ¿Discuto sus mandatos olvidando que son mandatos de Cristo?
• ¿He faltado a Misa los domingos o fiestas de guardar? ¿Ha sido culpa mía? ¿Me he distraído voluntariamente o he llegado tan tarde que no he cumplido con el precepto?
• ¿He impedido que oigan la Santa Misa los que dependen de mí?
• ¿He guardado el ayuno una hora antes del momento de comulgar?
• ¿He trabajado corporalmente o he hecho trabajar sin necesidad urgente un día de precepto, por un tiempo considerable, por ejemplo, más de dos horas?
• ¿He observado la abstinencia durante los viernes de Cuaresma?
• ¿He rezado alguna oración o realizado algún acto de penitencia los demás viernes del año en los que no he guardado la abstinencia? ¿He ayunado y guardado abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo?
¿Cumplí la penitencia que me impuso el sacerdote en la última confesión? ¿He hecho penitencia por mis pecados? ¿Me he confesado al menos una vez al año?
• ¿Me he acercado a recibir la Comunión en el tiempo establecido para cumplir con el precepto pascual? ¿Me he confesado para hacerlo en estado de gracia?
• ¿Excuso o justifico mis pecados?
• ¿He callado en la confesión, por vergüenza, algún pecado grave? ¿He comulgado después alguna vez?
Cuarto Mandamiento
• ¿He desobedecido a mis padres o superiores en cosas importantes?
¿Tengo un desordenado afán de independencia que me lleva a recibir mal las indicaciones de mis padres simplemente porque me lo mandan? ¿Me doy cuenta de que esta reacción está ocasionada por la soberbia?
• ¿Les he entristecido con mi conducta?
• ¿Les he amenazado o maltratado de palabra o de obra, o les he deseado algún mal grave o leve?
¿Me he sentido responsable ante mis padres por el esfuerzo que hacen para que yo me forme, estudiando con intensidad?
• ¿He dejado de ayudarles en sus necesidades espirituales o materiales?
• ¿Me dejo llevar del mal genio y me enfado con frecuencia y sin motivo justificado?
• ¿Soy egoísta con las cosas que tengo, y me duele dejarlas a los demás hermanos?
• ¿He reñido con mis hermanos?
• ¿He dejado de hablarme con ellos y no he puesto los medios necesarios para la reconciliación?
• ¿Soy envidioso y me duele que otros destaquen más que yo en algún aspecto?
• ¿He dado mal ejemplo a mis hermanos?
Quinto Mandamiento
• ¿Tengo enemistad, odio o rencor hacia alguien?
.¿He dejado de hablarme con alguien y me niego a la reconciliación o no hago lo posible por conseguirla?
• ¿Evito que las diferencias políticas o profesionales degeneren en indisposición, malquerencia u odio hacia las personas?
• ¿He deseado un mal grave al prójimo? ¿Me he alegrado de los males que le han ocurrido?
• ¿Me he dejado dominar por la envidia?
• ¿Me he dejado llevar por la ira? ¿He causado con ello disgusto a otras personas?
• ¿He despreciado a mi prójimo? ¿Me he burlado de otros o les he criticado, molestado o ridiculizado?
• ¿He maltratado de palabra o de obra a los demás? ¿Pido las cosas con malos modales, faltando a la caridad?
• ¿He llegado a herir o quitar la vida al prójimo? ¿He sido imprudente en la conducción de vehículos?
• ¿He practicado o colaborado en la realización de algún aborto? ¿He abortado o inducido a alguien a abortar, sabiendo que constituye un pecado gravísimo que lleva consigo la excomunión?
• ¿He contribuido a adelantar la muerte a algún enfermo con pretextos de evitar sufrimientos o sacrificios, sabiendo que la eutanasia es un homicidio?
• Con mi conversación, mi modo de vestir, mi invitación a presenciar algún espectáculo o con el préstamo de algún libro o revista, ¿he sido la causa de que otros pecasen? ¿He tratado de reparar el escándalo?
• ¿He descuidado mi salud? ¿He atentado contra mi vida?
• ¿Me he embriagado, bebido con exceso o tomado drogas?
• ¿Me he dejado dominar por la gula, es decir, por el placer de comer y beber más allá de lo razonable?
• ¿Me he deseado la muerte sin someterme a la Providencia de Dios?
• ¿Me he preocupado del bien del prójimo, avisándole del peligro material o espiritual en que se encuentra o corrigiéndole como pide la caridad cristiana?
• ¿He descuidado mi trabajo, faltando a la justicia en cosas importantes? ¿Estoy dispuesto a reparar el daño que se haya seguido de mi negligencia?
• ¿Procuro acabar bien el trabajo pensando que a Dios no se le deben ofrecer cosas mal hechas? ¿Realizo el trabajo con la debida pericia y preparación?
• ¿He abusado de la confianza de mis superiores? ¿He perjudicado a mis superiores o subordinados o a otras personas haciéndoles un daño grave?
• ¿Facilito el trabajo o estudio de los demás, o lo entorpezco de algún modo, por ejemplo, con rencillas, derrotismos e interrupciones?
• ¿He sido perezoso en el cumplimiento de mis deberes?
• ¿Retraso con frecuencia el momento de ponerme a trabajar o estudiar?
• ¿Tolero abusos o injusticias que tengo obligación de impedir?
• ¿He dejado, por pereza, que se produzcan graves daños en mi trabajo? ¿He descuidado mi rendimiento en cosas importantes con perjuicio de aquellos para quienes trabajo?
Sexto y noveno Mandamiento
• ¿Me he entretenido con pensamientos o recuerdos deshonestos?
• ¿He traído a mi memoria recuerdos o pensamientos impuros?
• ¿Me he dejado llevar de malos deseos contra la virtud de la pureza, aunque no los haya puesto por obra? ¿Había alguna circunstancia que los agravase: parentesco, matrimonio o consagración a Dios en las personas a quienes se dirigían?
• ¿He tenido conversaciones impuras? ¿Las he comenzado yo?
• ¿He asistido a diversiones que me ponían en ocasión próxima de pecar? (ciertos bailes, cines o espectáculos inmorales, malas lecturas o compañías). ¿Me doy cuenta de que ponerme en esas ocasiones es ya un pecado?
• ¿Guardo los detalles de modestia que son la salvaguardia de la pureza? ¿Considero esos detalles ñoñería?
• Antes de asistir a un espectáculo, o leer un libro, ¿me entero de su calificación moral para no ponerme en ocasión próxima de pecado evitando así las deformaciones de conciencia que pueda producirme?
• ¿Me he entretenido con miradas impuras?
• ¿He rechazado las sensaciones impuras?
• ¿He hecho acciones impuras? ¿Solo o con otras personas? ¿Cuántas veces? ¿Del mismo o distinto sexo? ¿Había alguna circunstancia de parentesco o afinidad que le diera especial gravedad? ¿Tuvieron consecuencias esas relaciones? ¿Hice algo para impedirlas? ¿Después de haberse formado la nueva vida? ¿He cometido algún otro pecado contra la pureza?
• ¿Tengo amistades que son ocasión habitual de pecado? ¿Estoy dispuesto a dejarlas?
En el noviazgo, ¿es el amor verdadero la razón fundamental de esas relaciones? ¿Vivo el constante y alegre sacrificio de no convertir el cariño en ocasión de pecado? ¿Degrado el amor humano confundiéndolo con el egoísmo y con el placer?
• El noviazgo debe ser una ocasión de ahondar en el afecto y en el conocimiento mutuo; ¿mis relaciones están inspiradas no por afán de posesión, sino por el espíritu de entrega, de comprensión, de respeto, de delicadeza?
• ¿Me acerco con más frecuencia al sacramento de la Penitencia durante el noviazgo para tener más gracia de Dios? ¿Me han alejado de Dios esas relaciones?
Séptimo y Décimo Mandamientos
• ¿He robado algún objeto o alguna cantidad de dinero? ¿He reparado o restituído pudiendo hacerlo? ¿Estoy dispuesto a realizarlo? ¿He cooperado con otros en algún robo o hurto? ¿Había alguna circunstancia que lo agravase, por ejemplo, que se tratase de un objeto sagrado? ¿La cantidad o el valor de los apropiado era de importancia?
• ¿Retengo lo ajeno contra la voluntad de su dueño?
• ¿He perjudicado a los demás con engaños, trampas o coacciones en los contratos o relaciones comerciales?
• ¿He hecho daño de otro modo a sus bienes? ¿He engañado cobrando más de lo debido? ¿He reparado el daño causado o tengo la intención de hacerlo?
• ¿He gastado más de lo que me permite mi posición?
• ¿He cumplido debidamente con mi trabajo, ganándome el sueldo que me corresponde?
• ¿He dejado de dar lo conveniente para ayudar a la Iglesia?
• ¿Hago limosna según mi posición económica?
• ¿He llevado con sentido cristiano la carencia de cosas superfluas, o incluso necesarias?
• ¿Retengo o retraso indebidamente el pago de jornales o sueldos?
• ¿Retribuyo con justicia el trabajo de los demás?
• En el desempeño de cargos o funciones públicas, ¿me he dejado llevar del favoritismo, acepción de personas, faltando a la justicia?
• ¿Cumplo con exactitud los deberes sociales, v. gr., pago de seguros sociales, con mis empleados? ¿He abusado de la ley, con perjuicio de tercero, para evitar el pago de los seguros sociales?
• ¿He pagado los impuestos que son de justicia?
• ¿He evitado o procurado evitar, pudiendo hacerlo desde el cargo que ocupo, las injusticias, los escándalos, hurtos, venganzas, fraudes y demás abusos que dañan la convivencia social?
• ¿He prestado mi apoyo a programas inmorales y anticristianos de acción social y política?
Octavo Mandamiento
• ¿He dicho mentiras? ¿He reparado el daño que haya podido seguirse? ¿Miento habitualmente porque es en cosas de poca importancia?
• ¿He descubierto, sin justa causa, defectos graves de otra persona, aunque sean ciertos, pero no conocidos? ¿He reparado de alguna manera, v. gr., hablando de modo positivo de esa persona?
• ¿He calumniado atribuyendo a los demás lo que no era verdadero? ¿He reparado el daño o estoy dispuesto a hacerlo?
• ¿He dejado de defender al prójimo difamado o calumniado?
• ¿He hecho juicios temerarios contra el prójimo? ¿Los he comunicado a otras personas? ¿He rectificado ese juicio inexacto?
• ¿He revelado secretos importantes de otros, descubriéndolos sin justa causa? ¿He reparado el daño seguido?
• ¿He hablado mal de otros por frivolidad, envidia, o por dejarme llevar del mal genio?
• ¿He hablado mal de los demás —personas o instituciones— con el único fundamento de que “me contaron” o de que “se dice por ahí”? Es decir, ¿he cooperado de esta manera a la calumnia y a la murmuración?
• ¿Tengo en cuenta que las discrepancias políticas, profesionales o ideológicas no deben ofuscarme hasta el extremo de juzgar o hablar mal del prójimo, y que esas diferencias no me autorizan a descubrir sus defectos morales a menos que lo exija el bien común?
• ¿He revelado secretos sin justa causa? ¿He hecho uso en provecho personal de lo que sabía por silencio de oficio? ¿He reparado el daño que causé con mi actuación?
• ¿He abierto o leído correspondencia u otros escritos que por su modo de estar conservados, se desprende que sus dueños no quieren darlos a conocer?
• ¿He escuchado conversaciones contra la voluntad de los que las mantenían?